lunes, 13 de abril de 2009

PERSECUCIÓN TOP-MANTA

Lo que yo he visto es que tras salir del Centro Comercial San Agustín un hombre negro corría por los soportales perseguido por una moto de la policía.

El policía iba por en medio de la acera donde había bastante gente incluidos varios niños. Al llegar a una encrucijada el joven se perdió por una calle y el policía no consiguió encontrarle.

Lugo fuimos hasta el muro y vimos que por allí había como 12 policías,motos y coches patrulla. Allí preguntamos a gente y nos dijeron que la policía había perseguido a un inmigrante por vender Cds piratas y que al cruzar la calle fue atropellado por un coche, luego se levantó y siguió corriendo herido.

El coche era un mercedes y tenía toda la parte delantera destrozada por el golpe. Los policías incautaron el material y se fueron.

La razón por la que corría tanto debía ser (aparte de por la multa) que ahora el código penal dice que vende Cds en la calle puede ser castigado desde 6 meses a 2 años de cárcel y además una multa de 12 a 24 meses.

Ya hay mucha gente que se manifiesta contra esta faceta del código penal alegando que a los qe se interna en prisión es porque son un peligro para la sociadad y ese no es el caso de los del top-manta.

La calle bautizó ayer la campaña por la despenalización del top – manta y abrió esclusas a la protesta nunca abiertas hasta ahora. Miles de personas se manifestaron en Madrid y Tarrasa (Barcelona) respondiendo a la llamada de la Asociación de Sin Papeles y la Red de Apoyo del Ferrocarril Clandestino. Bajo el lema Porque sobrevivir no es un delito, vendedores, abogados, artistas y colectivos pidieron que se dé fin a una cacería que mantiene encerradas a 63 personas en las cárceles españolas.


Javier Bauluz Peláez

13-4-2009

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1 comentario:

payopollo dijo...

Me recuerda un poco el caso de una conocida que una vez, viniendo de Luanco, y a la altura del campamento gitano que está justo a la derecha según coges la general, atropelló un burro.
Interrogada una muchedumbre de gitanos y gitanas sin discriminación de sexo, edad u condición, que a la llegada de la policía se hallaba congregada alrededor del burro malherido, nadie supo decir quién podía ser su propietario.
“Sabrás capao dalgún bosque”, declaró muy preocupada una niña de unos siete años a la que faltaban dos dientes, mientras acariciaba las orejas del pobre burro (o animal siniestrado).